En acto de servicio


Una amiga imperdible, supervivientes a lugar y espacio, me regaló hace años un libro que cualquier árbol estaría orgulloso de ser. ‘Los ojos de la guerra’, de Manu Leguineche y Gervasio Sánchez, hablaba de la relación, en muchos casos infiel y jodida, de los medios de comunicación y la guerra. Entre análisis y reflexiones de distintas plumas, se deslizaban historias con ojos y boca, relatos tristes de cuerpos sin latido en campos de batalla, periodistas muertos en acto de servicio, héroes que vivieron rápido desenmascarando la censura de la guerra e informando allí donde las balas silban tu nombre, dándole voz a los derrotados, contando las miserias de todos nosotros desde una calle en ruinas.

Recuerdo la vida de un barcelonés, Miguel Gil Moreno, al que el impulso de sus ideales le llevó a cabalgar su moto desde España a Bosnia. La conciencia le hizo abandonar su vida como abogado de buena familia para hacer algo por aquellos que veía sufrir en la televisión. En Sarajevo echaba una mano en lo que fuera hasta que consiguió una cámara y empezó a trabajar para Associated Press. No era un periodista de carrera, nunca había ido a la facultad, ni estudió Fundamentos de la Comunicacion, ni mucho menos era un técnico profesional, pero tenía los huevos para enfrentarse a una realidad de frente y la dignidad para contarlo con libertad y no querarse con los brazos cruzados. Ese espíritu le llevó de guerra en guerra, de conflicto en conflicto, hasta que una bala le arrancó la esperanza en un campo de Sierra Leona en mayo del 2000. Desde entonces existe una fundación que honra su memoria y la de todos aquellos que luchan por un mundo mejor con una libreta, una grabadora o una cámara en las manos.

Esta semana se encontró en El Salvador el cuerpo baleado de Christian Poveda Ruiz, fotoperiodista hispanofrancés (suspoveda_2 padres fueron exiliados) que trabajaba desde hace años en el país centroamericano y que había retratado la realidad de las maras, bandas de delincuencia organizada cuyas redes se extienden por toda América, en su documental «La Vida Loca», proyectada en el último Festival de San Sebastián. Las primera detenciones indican que fueron los propios miembros de una mara los que habían secuestrado y ejecutado al periodista. Poveda había sido testigo durante la filmación de su obra de varios homicidios lo que le convertía en un testigo peligroso, aunque la publicidad que había hecho del fenómeno de las maras y de la falta de oportunidades que el sistema daba a la juventud de las barriadas pobres no le había proporcionado grandes amistades dentro del país.  Por ese motivo, «La Vida Loca» no se había proyectado todavía en El Salvador y Christian guardaba sus reservas sobre los efectos que podría tener su visionado.

Nunca tendré los cojones, ni mi conciencia será tan fiel a unos principios, para ser como Christian o como Miguel o como todos aquellos que interpretan el periodismo como una oportunidad para dar a conocer aquel mundo que quieren cambiar con su esfuerzo, aquella oscuridad de la humanidad a la que ellos quieren aportar luz con su trabajo, desde una visión solidaria y no mercantil, ser un incordio y no solo un engranaje más del sistema, un asalariado dentro de cuatro paredes, un dispensador de tinta para rellenar huecos vacíos que seguirán igual de vacíos escriba lo que escriba. Esas gentes que, arriesgando o no su vida, denuncian desde la verdad la intolerancia, violencia, opresión, injusticia del mundo. Les admiro, son héroes. Por gente como ellos merece la pena que siga girando el mundo.

~ por sraly en 4 septiembre 2009.

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