Balada triste del cine español


Llevo un par de años escuchando que al cine español lo soportan los nombres propios, directores que con su tirón palian la escasa afluencia a las salas que tienen los títulos nacionales. El año 2009 fue bueno porque estrenaron Almodóvar y Amenábar, las dos ‘marcas’ más populares del producto denominado como ‘cine español’, un producto que vende poco y con fama pésima.

En este año que ahora termina hemos tenido que esperar a los meses de otoño e invierno para ver por las salas dos películas con firmas con pedigrí. Hablo de Amador de Fernando León de Aranoa y Balada Triste de Trompeta de Alex de la Iglesia (no añado a Julio Medem y su Habitación en Roma porque ya hablé de ella). No creo que las cifras de entradas vendidas en plena crisis estallen gracias a estos dos títulos, pese a la buena y copiosa promoción que han tenido. Ambos largometrajes no conquistan (tampoco lo hizo Los abrazos rotos), pero serán de lo más visto junto a títulos más comerciales y soportados por actores, muchos jóvenes orientados a un público adolescente y palomitero, del ámbito televisivo.

Tanto Amador como Balada triste de trompeta son films facilmente distinguibles por su firma, son obras reconocibles de sus directores, una en el ámbito social, con ese humor humano, y la más reciente alcanza el delirio del cine fantasioso y la comedia más bruta y con tintes gore. Ambas son expresiones que mantienen una línea de trabajo de sus creadores, pero que no despuntan con respecto al resto de su trayectoria. Se quedan en una versión sin alma de títulos anteriores, como el caso de Amador, en la que encuentras las huellas identificativas del cine de León de Aranoa, pero sin la brillantez del guión de Familia o la contundencia de Los Lunes al sol o Barrio. A Alex de la Iglesia le ocurre parecido, pero diferente. Ha plasmado todas sus paranoias personales en una película que alcanza el extremo en su expresividad, con un guión delirante y con guiños históricos, que no consiguen acercar a la realidad a una historia difícil de digerir si no eres fanático del estilo del director. O eres o tienes una mente tan retorcida como la de Tarantino, claro.

En medio de la controversia por el traspié de la Ley Sinde y con los ecos de una posible destitución de la ministra del cine, el año se cierra sin grandes esperanzas de que el rumbo del cine español cambie de cara. Habrá que esperar a la siguiente de Amenábar y Almodóvar.

~ por sraly en 22 diciembre 2010.

2 respuestas to “Balada triste del cine español”

  1. No soy particularmente quisquilloso con las etiquetas pero sí en este caso. El cine español como tal no existe, ¿qué es el cine español? ¿A qué nos referimos? ¿Cuáles son sus características comunes? ¿Celda 211 no es cine español o Ágora o Mar adentro o Noviembre? ¿Existe entonces el cine norteamericano? El problema, entre otros, del cine español es el empeño en hablar de cine español como género. En España se hacen comedias (malas la mayoría pero alguna buena también), se hace cine social, dramas, películas de género (Sí, también las hay y no solo de Almodóvar), épicas… En España se hace cine, quizá demasiado para lo que se puede asumir y es más que probable excesivamente subvencionado, pero no existe un género unitario, es cine…

    • Tienes razón. La ‘etiqueta’ del cine español tiene un tono peyorativo y limitado, que no refleja la amplitud de oferta que se está abriendo en los últimos años a nuevos géneros y formatos. Sin embargo, sí considero que se puede hablar de cine español como se puede hablar de cualquier otro ‘producto’ realizado en un país concreto. Son cintas hechas aquí por gente de aquí y para gente de aquí (aunque con la globalización en el mundo de la cultura estas afirmaciones pueden ser fácilmente rebatibles) y no solo porque encajen en una serie de clichés anticuados. Lo que quería decir es que, en un sentido de afluencia a salas, es esencial el tirón de los ‘grandes nombres’ para hacer caja y esta temporada creo que, en mi opinión, no me han ofrecido nada nuevo ni Fernando León ni Alex de la Iglesia.

      Gracias por comentar, amigo

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