Me voy a autospoilear. No encontrarán en este relato mil detalles de la Senda de Camille. No van a encontrar una descripción gráfica de los recodos del camino o de las comodidades de los albergues. Este va a ser una declaración de sensaciones y opiniones. No partimos con la sensación de hacer de mapa o de guía, sino de consejero y confesor. Pero antes de lanzarme a escribir os quiero dejar claro una cosa: Hacerla. No dudéis. Es una inolvidable experiencia para acoplarse a la naturaleza, respirar profundo, abrir los ojos del alma para disfrutar del paisaje del Pirineo y su belleza y regodearse del dulce sufrimiento de una intensa pateada.
Me sincero. Decidí acometer la Senda de Camille por un motivo. El verano anterior había realizado el trayecto aragonés de la GR15 (unos 274 kilómetros en doce días) y quisé repetir la maravillosa vivencia pero reducida a una semana, menos sostenida, aunque más alpina. Las seis jornadas de la Camille encajaban en esta idea. Al serpentear por la zona más occidental del Pirineo aragonés reduce las altitudes y enverdece las laderas. Otros factores seductores eran el hecho de introducirse en valles franceses, menos conocidos, y que la ruta recorriera estratégicamente lugares (albergues) donde pernoctar e incluso pueblos (Candanchú o Lescún) donde encontrar servicios para comprar víveres. Eso reducia la planificación y los paquetes en la mochila.
Ni himalayistas ni domingueros
La empresa Val d’Echo Activa promociona esta travesia circular y proporciona la opción de contratar un guía de montaña o de reservar alojamiento en los albergues marcados como final de cada una de las jornadas. Casi la totalidad de los excursionistas que nos cruzamos habían contratado esta opción para agilizar su carga (el desayuno y la cena están incluidos si pernocta en los refugios por unos 35 euros) y olvidarse del problema de no encontrarse una litera libre en el concurrido verano. Hay que tener en cuenta que a los albergues, salvo al de Arlet, se accede en carretera, por lo que está siempre la cómoda oportunidad de llevar a un compañero menos andarín que nos acompañe con un coche de apoyo.
Me paro en este hecho. La cercanía de las carreteras hace que el ambiente en los renovados refugios de Lizara, Gabardito y Linza se haya hecho más familiar. Más que una parada para aventureros pirenaicos parece un restaurante o un bar para refrescar a aquellos que quieren dar una vuelta por las cercanías. Nada que objetar, pero si es verdad que se pierde algo del antiguo ambiente montañero que caracterizaban estas casas de piedra.
En este sentido, la Senda de Camille no está reservada para amantes del himalayisto. Su exigencia hace que los poco expertos sufran en las pendientes continuadas de casi mil metros o con las seis o siete horas de esfuerzo. Hay que tener una mínima preparación física y de conocimiento del comportamiento en un entorno de altura, pero tampoco hay que ser un experto en Ultra Trail ni un suma cimas empedernido.
Refugio o camping
Retomo el punto anterior. Esto os puede interesar. En mi caso opté, tras la experiencia de la GR15, por llevarme la tienda de campaña. Aunque en Hecho nos comentaron que quizá teníamos algún problema, la verdad es que no fue así. Para nada. Al estar cerca los camping de Lescún (justo termina allí esa etapa), Zuriza (a 5 kms de Linza por la misma senda) y Borda de Bisaltico (a 3 kms antes de Gabardito) hace que sólo se tenga que hacer acampada libre en Arlet (está acotada una zona junto al refugio) y en Candanchú (justo al pasar la frontera hay una pradera). Si no se llegan a estos puntos, los 106 kilómetros de recorrido están salpicados de campas y explanadas para hacer un vivac con garantías. Eso permite ir más a nuestro aire y ahorrarse los ronquidos e incomodidades de las habitaciones comunes. En la zona aragonesa también se pueden hallar refugios sin guarda abiertos. Más incómodos, pero una salvación si llueve.
No es por ser asocial, que quizá, pero según quieras disfrutar de la montaña en algunas épocas será complicado hallar el silencio y la soledad que demandamos algunos. En nuestro caso ibamos sincronizados con diferentes grupos. Algunos eran demasiado dicharacheros y algo inexpertos, lo que hizo que pasáramos alguna situación incómoda. No hay nada mejor como acelerar el paso para perderlos de vista. Por otro lado, respetando todas las formas de acudir a la montaña (menos las imprudentes), también es una manera de conocer a gente y hacer amistades para los que tengan este objetivo.
Etapa a etapa
Las etapas marcadas en los mapas y en la web de La Senda de Camille son proporcionadas y además, en uno de los mayores alicientes, permiten cambiar de un día a otro del ambiente y ecosistema del Pirineo. Saliendo a las 7 u 8 de la mañana es posible terminar la jornada a la hora de comer para descansar por la tarde, eso dependiendo del tiempo que necesites para hacer fotos, pararte a comprar un queso en una borda, recolectar frambuesas en una campa o recuperar el sendero perdido. En Francia está poco balizado el camino correcto y puede haber confusión en algunos tramos. Llevar el mapa es obligado. Lo podéis comprar en los refugios.
¿Dónde empezar? En algunos foros he leído que el mejor punto es Gabardito, porque así la primera etapa es más corta, menos dura y sirve para aclimatarse. Puede ser (si no se sube al Bisaurín). Nosotros lo hicimos desde Lizara para acabar ese día en Somport. Para mí esta fue la etapa más bonita, rodeando el Bisaurín, traspasando el idílico Valle de los Sarrios, bajando hasta el Ibon de Estanes y rodeando el circo del Aspe. Las vistas además son atrayentes y no es raro cruzarte con marmotas o algún venado si vas con cautela.
La mayor ‘paliza’ para mí vino al día siguiente, dado que la ruta te ‘obliga’ ir a Candanchú (el albergue Aysa está algo aislado y se puede optar por dormir en el Pepe Garcés), aunque se podría acortar por Estanés y bajar para coger el ramal hacia Arlet, pero se pierde la panorámica del Aspe y se hace larga. Si se llega a Somport hay que volver hacia atrás, aunque no se haga por el mismo sendero (que coincide aquí con la GR11), y volver a los bosques franceses que circundan los barrancos que vienen del Aspe. Unas tres horas algo pesadas, pero a la sombra y pasando por alguna cabaña de ganaderos que nos introduce en un ambiente rural diferente y más autóctono, más viniendo de una estación de esquí.
La Francia pastoril
Si decíamos que en Aragón puedes encontrar alguna borda solitaria y abandonada para dormir, en Francia es inviable. Y si es así es porque se han utilizado para su uso original, como estancia veraniega de pastores, están arregladas y con su consiguiente camino forestal transitable con un pequeño todoterreno o quad. Es curioso ver a familias jóvenes que guardan un rebaño de vacas, ovejas, cabras o caballos, todas con un burro aparcado a la puerta y unos gorrinos correteando por la pocilga. En España los rebaños están olvidados en los pastos más altos y sus cuidadores van a hacer la ronda. Todo muy diferente y me da que más acertada, tradicional y productiva la manera francesa. Y no lo digo por decir, sino que los mismos paisanos venden y ofrecen productos a los andarines. Otra visión.
La subida hasta Arlet es más aburrida, porque cuando se sale del bosque hay poca agua. ¡Ojo!. Os recomiendo llevar un mínimo de un litro y medio por persona si aprieta el calor. La visión de todo el frontal del Aspe, que no nos cansamos de contemplar, y del Midi y los ‘tresmiles’ del Valle de Tena (se identifica con facilidad Collarada o la marmolada de los Infiernos). En Arlet el ibón invita al baño, aunque a mi me parece que lo único que se hace con los chapuzones es molestar a las ranitas que viven en su orilla y contaminar el agua estancada.
Hasta Lescún es un camino en continua bajada que pasa alguno de los collados con más historia de esta zona. Pasos fronterizos transitados por los primeros peregrinos hacia Santiago, las tropas invasoras de Napoleón o sirvieron de puente de libertad para aquellos que escaparon de la Guerra Civil hacia un lado y de la II Guerra Mundial hacia el otro.
El descenso es en ocasiones incómodo por darse por un camino muy pronunciado y en una zona pelada donde puede azotar el viento y el sol. La llegada al pueblo es preciosa. Nos dan la bienvenida casitas con amplios campos de un verde intenso donde se puede comprar queso hecho allí mismo. El núcleo de población es bello, pequeño, con una construcción muy similar al de poblaciones oscenses pero con ese toque francés. Hay una tienda para abastecerse de fruta, pan, latas, frutos secos (precio continental)… y un par de bares y posadas. Cerveza y vino de este lado.
Sudando hasta Petrachema
La subida a Petrachema es quizá el punto más duro de toda la Ruta de Camille. Primero se adentra por cinco kilómetros de carretera en pendiente pero en una zona arbolada y por ello entretenida. Algunos de nuestros ruidosos compañeros, en su sospechoso afán aventurero, hicieron autostop para quitarse el plus de alquitrán. Los 500/600 metros de desnivel que empiezan al fondo del valle hasta coronar el collado son costosos por la pendiente y más por la piedra que se va soltando bajo las botas (mejor botas que zapatillas, por favor). Aquí os dejo un consejo. Cuando podáis pasar al lado izquierdo, dado que los caminos que van por debajo de las impresionantes agujas de Petrachema, son mucho más incómodos. La bajada hacia Zuriza nos recordará a un paisaje lunar hasta alcanzar la llamada Foya de los Ingenieros, en la que ya nos encontraremos a los excursionistas de un día que vienen en zapatillas desde Linza. La cercanía con Navarra hace que este valle esté repleto de navarros y vascos, algunos con la mala costumbre de tachar los nombre en Fabla (la lengua original de Aragón) de algunos carteles direccionales o mapas para convertirlos en euskera, en un acto creo marcado por su desconocimiento de nuestro idioma.
En este punto hay quienes deciden tomar la opción de dirigirse hacia la Selva de Oza para obviar la etapa desde Linza a Gabardito, más larga y penosa porque acumula más desnivel (tres subidas distintas) y, en mi opinión, porque la última bajada se hace por un camino forestal lamentablemente conservado, de piedra grande, que hace lento, penoso y largo el descenso desde el collado de Bajo de Lenito. Salvo este inconveniente, el resto es una delicia. Desde el ascenso por la impresionante sierra de Alano, un macizo de muelas rocosas que da permiso de acceso por un corte empinado. Casi igual de excepcional es el descenso por un canal que se va estrechando mientras revolotean pequeños pajaritos entre hierbas aromáticas en un mirador ejemplar de los montes bajos de la Jacetania. El remate es un precioso hayedo, bosque continental que atravesamos en distintos puntos de la Senda y que da esa sensación de estar en tierra de brujas y duendes.
Como he dicho antes, nosotros acortamos los 20 kilómetros de esta ‘temida’ jornada porque dormimos en el camping de Zuriza (hay tienda) y luego en la Borda Bisaltico (aquí también hay albergue), antes de llegar a Gabardito. Creo que es una opción más inteligente, pero la organización de Val d’echo Activa orienta a dormir en estos refugios FAB. No se muy bien por qué.
El sexto y último día entre Gabadito (algo antes nosotros) y Lizara lo hicimos de una forma más relajada, al ser la despedida. El trayecto hasta el collado no deja de subir, sin enormes esfuerzos, pero sí de una forma sostenida, lo que permite ir contemplando las Aguas Tuertas donde pacen los rebaños olvidades de vacas y caballos y la fortaleza del Bisaurín. Con una hora y media de ascensión (unos 700 metros de desnivel) se puede alcanzar la cima de uno de las cotas de 2.600 metros más accesibles. Eso hace que en verano sea una romería ante la cercanía de Lizara.
Espero que haya sido constructivo y orientativo este relato. Recuerdo que las condiciones de tiempo eran buenas y en verano. Si se realiza en invierno supongo que la invasión de la nieve y el frío provocará otras necesidades en la marcha, por lo que habrá que extremar la atención y tener más cuidado si cabe.
¡Qué no se me olvide! Si no sabéis Camille fue el último oso pardo autóctono del Pirineo. La Senda toma su nombre porque en estos valles occidentales es donde más frecuentamente habitan los alrededor de veinte plantigrados que ahora habitan estas cumbres. Todos procedentes de Eslovenia. Y a ninguno le dio por salir a decir hola. Lo cual, se lo agradecemos.
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