Montañeros

•27 agosto 2019 • Deja un comentario

La Guardia Civil de Montaña lleva este verano casi 150 intervenciones de rescate en el Pirineo. Atiendo a las noticias sobre cada uno de los casos cada domingo con ese interés morboso del octogenario que busca a sus conocidos en las esquelas del desayuno.

Nunca he tenido un percance tan importante en el monte como para que me vinieran a recatar. Sí conozco a alguno que ha tenido que llamar al 112 para que fueran a buscarlo. Gente con experiencia que tuvo un mal día o un accidente repentino.

Con unos pequeños meses mis padres ya me llevaron a Pineta, un precioso valle que conforma el Parque Nacional de Ordesa. Madrugones para subir por cuesteras, pasar ríos por un hilero de piedrecitas, parapetarse del frío en un plumas de rebajas, dormir en tiendas de campaña azules y otras mil fechorías que no aguantaba un adolescente con muchas ganas de vagancia y menos de seguir musculando sus gemelos de dinosaurio.

Entonces a los que iban a la montaña se nos llamaba montañeros. Entonces el montañero era aquel al que le gustaba el monte, disfrutaba con el, con la naturaleza, con la paz, con el esfuerzo físico, con el paisaje, el verde, la fauna y la flora. El que quería ir un poco más allá, tiraba para las cumbres y desafiaba al vértigo en aristas y crestas se le llamaba alpinista. Entonces el material se compraba en tiendas como Copy o Deportes Aragón y a cambio de un trozo gordo del salario se conseguían unas Chirucas para toda la vida. Entonces uno se quedaba atónito con ‘Al filo de lo Imposible’, se federaba, se aseguraba, y se hacía de un club.

Entonces ser montañero era una alternativa para los ‘pobres´ de irse de vacaciones. Coger un autobús, una mochila y una tienda, y tirar para las curvas de Huesca un par de semanas. Tres o cuatro horas por carreteras de pastilla de biodramina para evitar la pota del mareo. Excursiones a cascoporro con una cantimplora metálica y unos cacahuetes como tentempié. Calcetines de lana gorda y chandales de doble capa.

Ahora las especies que cabalgan por el monte se han multiplicado. Los montañeros se subdividen en senderistas, trekkers, corredores de ultra trails, bikers… Al Pirineo se va a hacer de todo. Se va andando, corriendo, en bici, tirado de un perro, en moto… se va con parapente o ala delta, se va para tirarse por un río en rafting o kayak… se hace escalada libre, con cuerdas o una ferrata… se va para hacer esquí de travesía o realizar una excursión con raquetas… se va uno de barrancos o a hacer marchas de tres o cuatro jornadas… o en caballo o en trineo. Las alternativas son casi ilimitadas.

El monte ya no es para los pobretones. Tampoco lo fue nunca, la verdad. Ahora es un mercado más. Un mercado masificado, mejor para sacar tajada. Ahora las botas se pueden adquirir en grandes superficies, como todo lo necesario, a precio más asequible, a costa de calidad y seguridad. Quien quiera algo más potente puede irse a Barrabés o a cualquiera otra tienda que te lo pone en casa en una pocas horas. La oferta de hoteles cuquis, refugios con todas las comodidades, campings con bungalows o apartamentos turísticos se han extendido como se han mejorado los accesos y los servicios. Las apps y los móviles han jubilado a los mapas de ‘Alpina’. Quedan pocos caminos sin explorar.

Esta democratización ha abierto a todos los públicos la montaña. Lo del verano ya es un cachondeo. Sube todo quisqui. Y la invasión tiene puntos calientes, aquellas cotas más codiciadas, las GRs, las cumbres más famosas y las trepadas más codiciadas para fardar luego de vuelta en la capital. Todo esto ha tenido como consecuencia la cada vez más ausencia de respeto y responsabilidad sobre qué es el entorno en el que nos movemos, sus peligros y las consecuencias de estas actitudes estúpidas. Tipos que se van en zapatillas a subir el Aneto, señores de 65 años perdidos cuatro días en un valle como Estós, rescatados por ataques de ansiedad… la lista de calamidades que ha tenido que solventar el GREIM cuenta con estos ejemplos de inutilidad. Si se otean las edades de los rescatados y las zonas dónde han tenido que ser auxiliados, aunque cada caso es diferente, contemplamos que es, en muchas situaciones, gente mayor haciendo tresmiles o barranquismo.

El Pirineo es enorme y hay mil caminatas para todos los gustos y niveles. Yo suelo acudir a mi cita con estas montañas cada fin de semana. Intento estudiar la ruta durante toda la semana, relamiéndome con el espectáculo. Suelo ir a ibones o lagos, recorrer valles, ascender a collados y hago pocas cimas. Soy consciente de mi edad, de mi técnica y de mis miedos. Hace poco me reuní en una subida con un himalayista que me felicitó cuando le dije que no le acompañaba los últimos 30 metros hasta un pico porque no lo veía seguro y no necesitaba más, y menos, demostrar nada. Para él era pan comido, pero comprendió que quizá no para mí. «Esa es la actitud. Tú sí que eres valiente. Enhorabuena», me dijo.

En este mundo donde vale más un selfie para flipar en el ‘Instagram’ que sentarse unos minutos a contemplar el silencio de un horizonte, en el que cuenta más fardar de lo que se ha hecho que disfrutar de lo que se hace, nos encontramos con que el sentido común pierde el pulso con el atrevimiento y el postureo. La cuestión es que en el monte esa desventaja conlleva peligro, sustos y muerte, conlleva rescates a aquellos malnacidos que no saben renunciar, que no cifran bien sus limites, que no conocen por donde se mueven y que ponen en riesgo por su estupidez a ellos mismos, pero también al resto de montaneros y, sobre todo, a aquellos que viven para salvarnos y que también ponen en juego sus vidas por su temeridad y culpa.

En un verano en el que el recurso de la derecha ha sido lo que nos cuesta rescatar a refugiados en el mar quizá deberíamos reflexionar sobre cuando le vale al estado la imprudencia de estos ‘montañeros’ que no se merecen serlo. Habría que acuñar un nuevo nombre para ellos. ‘Estupiders’.

La Senda de Camille

•26 agosto 2016 • Deja un comentario

Me voy a autospoilear. No encontrarán en este relato mil detalles de la Senda de Camille. No van a encontrar una descripción gráfica de los recodos del camino o de las comodidades de los albergues. Este va a ser una declaración de sensaciones y opiniones. No partimos con la sensación de hacer de mapa o de guía, sino de consejero y confesor. Pero antes de lanzarme a escribir os quiero dejar claro una cosa: Hacerla. No dudéis. Es una inolvidable experiencia para acoplarse a la naturaleza, respirar profundo, abrir los ojos del alma para disfrutar del paisaje del Pirineo y su belleza y regodearse del dulce sufrimiento de una intensa pateada.

Me sincero. Decidí acometer la Senda de Camille por un motivo. El verano anterior había realizado el trayecto aragonés de la GR15 (unos 274 kilómetros en doce días) y quisé repetir la maravillosa vivencia pero reducida a una semana, menos sostenida, aunque más alpina. Las seis jornadas de la Camille encajaban en esta idea. Al serpentear por la zona más occidental del Pirineo aragonés reduce las altitudes y enverdece las laderas. Otros factores seductores eran el hecho de introducirse en valles franceses, menos conocidos, y que la ruta recorriera estratégicamente lugares (albergues) donde pernoctar e incluso pueblos (Candanchú o Lescún) donde encontrar servicios para comprar víveres. Eso reducia la planificación y los paquetes en la mochila.

Ni himalayistas ni domingueros

La empresa Val d’Echo Activa promociona esta travesia circular y proporciona la opción de contratar un guía de montaña o de reservar alojamiento en los albergues marcados como final de cada una de las jornadas. Casi la totalidad de los excursionistas que nos cruzamos habían contratado esta opción para agilizar su carga (el desayuno y la cena están incluidos si pernocta en los refugios por unos 35 euros) y olvidarse del problema de no encontrarse una litera libre en el concurrido verano. Hay que tener en cuenta que a los albergues, salvo al de Arlet, se accede en carretera, por lo que está siempre la cómoda oportunidad de llevar a un compañero menos andarín que nos acompañe con un coche de apoyo.

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Me paro en este hecho. La cercanía de las carreteras hace que el ambiente en los renovados refugios de Lizara, Gabardito y Linza se haya hecho más familiar. Más que una parada para aventureros pirenaicos parece un restaurante o un bar para refrescar a aquellos que quieren dar una vuelta por las cercanías. Nada que objetar, pero si es verdad que se pierde algo del antiguo ambiente montañero que caracterizaban estas casas de piedra.

En este sentido, la Senda de Camille no está reservada para amantes del himalayisto. Su exigencia hace que los poco expertos sufran en las pendientes continuadas de casi mil metros o con las seis o siete horas de esfuerzo. Hay que tener una mínima preparación física y de conocimiento del comportamiento en un entorno de altura, pero tampoco hay que ser un experto en Ultra Trail ni un suma cimas empedernido.

Refugio o camping

Retomo el punto anterior. Esto os puede interesar. En mi caso opté, tras la experiencia de la GR15, por llevarme la tienda de campaña. Aunque en Hecho nos comentaron que quizá teníamos algún problema, la verdad es que no fue así. Para nada. Al estar cerca los camping de Lescún (justo termina allí esa etapa), Zuriza (a 5 kms de Linza por la misma senda) y Borda de Bisaltico (a 3 kms antes de Gabardito) hace que sólo se tenga que hacer acampada libre en Arlet (está acotada una zona junto al refugio) y en Candanchú (justo al pasar la frontera hay una pradera). Si no se llegan a estos puntos, los 106 kilómetros de recorrido están salpicados de campas y explanadas para hacer un vivac con garantías. Eso permite ir más a nuestro aire y ahorrarse los ronquidos e incomodidades de las habitaciones comunes. En la zona aragonesa también se pueden hallar refugios sin guarda abiertos. Más incómodos, pero una salvación si llueve.

No es por ser asocial, que quizá, pero según quieras disfrutar de la montaña en algunas épocas será complicado hallar el silencio y la soledad que demandamos algunos. En nuestro caso ibamos sincronizados con diferentes grupos. Algunos eran demasiado dicharacheros y algo inexpertos, lo que hizo que pasáramos alguna situación incómoda. No hay nada mejor como acelerar el paso para perderlos de vista. Por otro lado, respetando todas las formas de acudir a la montaña (menos las imprudentes), también es una manera de conocer a gente y hacer amistades para los que tengan este objetivo.

Etapa a etapa

Las etapas marcadas en los mapas y en la web de La Senda de Camille son proporcionadas y además, en uno de los mayores alicientes, permiten cambiar de un día a otro del ambiente y ecosistema del Pirineo. Saliendo a las 7 u 8 de la mañana es posible terminar la jornada a la hora de comer para descansar por la tarde, eso dependiendo del tiempo que necesites para hacer fotos, pararte a comprar un queso en una borda, recolectar frambuesas en una campa o recuperar el sendero perdido. En Francia está poco balizado el camino correcto y puede haber confusión en algunos tramos. Llevar el mapa es obligado. Lo podéis comprar en los refugios.

¿Dónde empezar? En algunos foros he leído que el mejor punto es Gabardito, porque así la primera etapa es más corta, menos dura y sirve para aclimatarse. Puede ser (si no se sube al Bisaurín). Nosotros lo hicimos desde Lizara para acabar ese día en Somport. Para mí esta fue la etapa más bonita, rodeando el Bisaurín, traspasando el idílico Valle de los Sarrios, bajando hasta el Ibon de Estanes y rodeando el circo del Aspe. Las vistas además son atrayentes y no es raro cruzarte con marmotas o algún venado si vas con cautela.

La mayor ‘paliza’ para mí vino al día siguiente, dado que la ruta te ‘obliga’ ir a Candanchú (el albergue Aysa está algo aislado y se puede optar por dormir en el Pepe Garcés), aunque se podría acortar por Estanés y bajar para coger el ramal hacia Arlet, pero se pierde la panorámica del Aspe y se hace larga. Si se llega a Somport hay que volver hacia atrás, aunque no se haga por el mismo sendero (que coincide aquí con la GR11), y volver a los bosques franceses que circundan los barrancos que vienen del Aspe. Unas tres horas algo pesadas, pero a la sombra y pasando por alguna cabaña de ganaderos que nos introduce en un ambiente rural diferente y más autóctono, más viniendo de una estación de esquí.

La Francia pastoril

Si decíamos que en Aragón puedes encontrar alguna borda solitaria y abandonada para dormir, en Francia es inviable. Y si es así es porque se han utilizado para su uso original, como estancia veraniega de pastores, están arregladas y con su consiguiente camino forestal transitable con un pequeño todoterreno o quad. Es curioso ver a familias jóvenes que guardan un rebaño de vacas, ovejas, cabras o caballos, todas con un burro aparcado a la puerta y unos gorrinos correteando por la pocilga. En España los rebaños están olvidados en los pastos más altos y sus cuidadores van a hacer la ronda. Todo muy diferente y me da que más acertada, tradicional y productiva la manera francesa. Y no lo digo por decir, sino que los mismos paisanos venden y ofrecen productos a los andarines. Otra visión.

La subida hasta Arlet es más aburrida, porque cuando se sale del bosque hay poca agua. ¡Ojo!. Os recomiendo llevar un mínimo de un litro y medio por persona si aprieta el calor. La visión de todo el frontal del Aspe, que no nos cansamos de contemplar, y del Midi y los ‘tresmiles’ del Valle de Tena (se identifica con facilidad Collarada o la marmolada de los Infiernos). En Arlet el ibón invita al baño, aunque a mi me parece que lo único que se hace con los chapuzones es molestar a las ranitas que viven en su orilla y contaminar el agua estancada.

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Hasta Lescún es un camino en continua bajada que pasa alguno de los collados con más historia de esta zona. Pasos fronterizos transitados por los primeros peregrinos hacia Santiago, las tropas invasoras de Napoleón o sirvieron de puente de libertad para aquellos que escaparon de la Guerra Civil hacia un lado y de la II Guerra Mundial hacia el otro.

El descenso es en ocasiones incómodo por darse por un camino muy pronunciado y en una zona pelada donde puede azotar el viento y el sol. La llegada al pueblo es preciosa. Nos dan la bienvenida casitas con amplios campos de un verde intenso donde se puede comprar queso hecho allí mismo. El núcleo de población es bello, pequeño, con una construcción muy similar al de poblaciones oscenses pero con ese toque francés. Hay una tienda para abastecerse de fruta, pan, latas, frutos secos (precio continental)… y un par de bares y posadas. Cerveza y vino de este lado.

Sudando hasta Petrachema

La subida a Petrachema es quizá el punto más duro de toda la Ruta de Camille. Primero se adentra por cinco kilómetros de carretera en pendiente pero en una zona arbolada y por ello entretenida. Algunos de nuestros ruidosos compañeros, en su sospechoso afán aventurero, hicieron autostop para quitarse el plus de alquitrán. Los 500/600 metros de desnivel que empiezan al fondo del valle hasta coronar el collado son costosos por la pendiente y más por la piedra que se va soltando bajo las botas (mejor botas que zapatillas, por favor). Aquí os dejo un consejo. Cuando podáis pasar al lado izquierdo, dado que los caminos que van por debajo de las impresionantes agujas de Petrachema, son mucho más incómodos. La bajada hacia Zuriza nos recordará a un paisaje lunar hasta alcanzar la llamada Foya de los Ingenieros, en la que ya nos encontraremos a los excursionistas de un día que vienen en zapatillas desde Linza. La cercanía con Navarra hace que este valle esté repleto de navarros y vascos, algunos con la mala costumbre de tachar los nombre en Fabla (la lengua original de Aragón) de algunos carteles direccionales o mapas para convertirlos en euskera, en un acto creo marcado por su desconocimiento de nuestro idioma.

En este punto hay quienes deciden tomar la opción de dirigirse hacia la Selva de Oza para obviar la etapa desde Linza a Gabardito, más larga y penosa porque acumula más desnivel (tres subidas distintas) y, en mi opinión, porque la última bajada se hace por un camino forestal lamentablemente conservado, de piedra grande, que hace lento, penoso y largo el descenso desde el collado de Bajo de Lenito. Salvo este inconveniente, el resto es una delicia. Desde el ascenso por la impresionante sierra de Alano, un macizo de muelas rocosas que da permiso de acceso por un corte empinado. Casi igual de excepcional es el descenso por un canal que se va estrechando mientras revolotean pequeños pajaritos entre hierbas aromáticas en un mirador ejemplar de los montes bajos de la Jacetania. El remate es un precioso hayedo, bosque continental que atravesamos en distintos puntos de la Senda y que da esa sensación de estar en tierra de brujas y duendes.

Como he dicho antes, nosotros acortamos los 20 kilómetros de esta ‘temida’ jornada porque dormimos en el camping de Zuriza (hay tienda) y luego en la Borda Bisaltico (aquí también hay albergue), antes de llegar a Gabardito. Creo que es una opción más inteligente, pero la organización de Val d’echo Activa orienta a dormir en estos refugios FAB. No se muy bien por qué.

El sexto y último día entre Gabadito (algo antes nosotros) y Lizara lo hicimos de una forma más relajada, al ser la despedida. El trayecto hasta el collado no deja de subir, sin enormes esfuerzos, pero sí de una forma sostenida, lo que permite ir contemplando las Aguas Tuertas donde pacen los rebaños olvidades de vacas y caballos y la fortaleza del Bisaurín. Con una hora y media de ascensión (unos 700 metros de desnivel) se puede alcanzar la cima de uno de las cotas de 2.600 metros más accesibles. Eso hace que en verano sea una romería ante la cercanía de Lizara.

Espero que haya sido constructivo y orientativo este relato. Recuerdo que las condiciones de tiempo eran buenas y en verano. Si se realiza en invierno supongo que la invasión de la nieve y el frío provocará otras necesidades en la marcha, por lo que habrá que extremar la atención y tener más cuidado si cabe.

¡Qué no se me olvide! Si no sabéis Camille fue el último oso pardo autóctono del Pirineo. La Senda toma su nombre porque en estos valles occidentales es donde más frecuentamente habitan los alrededor de veinte plantigrados que ahora habitan estas cumbres. Todos procedentes de Eslovenia. Y a ninguno le dio por salir a decir hola. Lo cual, se lo agradecemos.

El destino

•2 agosto 2011 • Deja un comentario

La cola de americanas y vestidos largos daba la vuelta a la esquina. A primera vista se distinguía casi matemática la paridad de sexos. En el orden uniforme se sentían nerviosos movimientos, zumbidos como los de un enjambre intranquilo. La fila se desperdigaba en unidades que parecían pequeñas bolasrepetidas que rebotaban contra el suelo en su huída. Todos habían aprobado la oposición y al final del hilo de iguales encontrarían su destino. La curiosidad de un impaciente hizo parar a dos compañeros que volvían de saber su futuro.

–«¿Dónde os ha tocado?», espiaba el uno.

–«A mí el PP de Ávila», respondió primero el otro.

–«Y yo voy al PSOE de Almería», le siguió su amigo con la misma mueca.

Pocos, una minoría, salían descontentos con el reparto de su plaza de político demócrata. A la gran mayoría les daba igual una cosa que la otra después de sacarse su oposición.

El hidalgo de los mares

•10 febrero 2011 • 1 comentario

Pasarse una tarde entera en casa es una experiencia que no vivía desde hace mucho tiempo. Esta afirmación es un salvavidas cuando alguien lleva un par de años en el paro. Pero sucedió. Los planes se vinieron abajo y las citas quedaron anuladas. Delante de mí se concentraron un par de horas vacías que había que rellenar con actividades lo menos intelectuales posibles. Descargar neuronas. No hay nada como la tele para eso. Pero hasta en eso hay límites. Uno no quiere achicharrar su cerebro, solo darle vuelta y vuelta. O comértelo crudo. Así que La 2 fue la solución. Un par de programas modernos, brillantes, uno sobre historia y el otro sobre el caló, el lenguaje de los gitanos, dio paso a una película. ‘El Hidalgo de los Mares’. Una de piratas de cuando los Grandes Estudios dominaban Hollywood. En los créditos ‘clásicos’ de Primera, Raoul Walsh como director con el manual del artesano fílmico y el soso de Gregory Peck y la rubia Virginia Mayo como estrellas. Un fin perfecto a una tarde de sosiego.

En los tiempos que se filmó esa película de aventuras (1951) el cine no era solo puro divertimento, sino que a las claquetas las movían intereses políticos. Era el medio de masas más extendido por todo el mundo y su control por parte de los Estados Unidos, superpotencia superviviente a la destrucción de la Segunda Guerra Mundial, imprimía sobre las pantallas de sus aliados su nuevo estatus universal y afianzaba sus intereses políticos. En ‘El Hidalgo de los mares’ se cuenta la historia de un capitán de la Marina inglesa que sirve en el Pacífico contra España. Año 1808. El marinero se bate con astucia con un navío hispano, el cual captura y entrega a un loco mandatario de Centroamérica que caricaturiza a un Hitler mejicano cuyos subditos visten harapos y cara de asesino. Nada más iniciarse el retorno, otro navío español, con bandera blanca, descubre al capitán la nueva alianza británico-hispana contra Napoleón, invasor de la Península Ibérica.

El cambio de alianza de la película no es casual. Detrás de la máscara histórica se esconde la realidad del Plan Marshall y la necesidad de cicatrizar las viejas heridas de aquel Estado olvidado en la reciente contienda mundial, que no batalló junto a sus aliados fascistas, y que ahora se convierte en ‘amigo’ por razones estratégicas (las bases militares llegarían a España en 1953). Este tipo de guiones dirigidos (los malos terminaban siendo unas caricaturas de mejicanos y un revolucionario despótico, sea Napoleón en la película o Stalin en la realidad) eran tejidos desde instancias elevadas sin ningún ánimo de inocencia y con el objetivo de allanar el camino de la diplomacia alterando la opinión pública.

El cine ha perdido el monopolio de la manipulación política desde los cauces culturales y son los propios medios de comunicación, articulados desde una agenda unitaria a nivel internacional, con la televisión como bastión, e internet los principales canales contemporáneos para esparcir los cambios políticos al pueblo llano del planeta. La soltura con la que hemos pasado de ver a Obama declarando ‘el respeto mutuo y en la eliminación de estereotipos’ en la universidad del Cairo frente a su aliado Hosni Mubarak hace menos de dos años, a los discursos actuales en los que el mandatario de Washington pide la cabeza del ahora ‘dictador’ de Egipto, son idénticas al cambio de rumbo del ‘Hidalgo de los Mares’. La diplomacia mediática pilla la goma de borrar y cambia los libros de estilo según convenga el numerito. Los enemigos de ayer serán hoy nuestros íntimos (tras un pacto comercial o la explotación de su materia prima) y los amigos recientes pasan a ser odiosos si media un conflicto contra nuestros intereses. Un pozo petrolífero o una revuelta popular inesperada (o no) tienen la culpa del corte y pega. En Egipto tenemos el último ejemplo de ductilidad politica con la herramienta de los medios de comunicación que, como en aquel guión de piratas, están escritos desde los despachos de los jefazos.

Boardwalk Empire, el imperio de la expectación

•2 febrero 2011 • 1 comentario

Cuando juntas en un mismo proyecto de la HBO, la meca de las series de ficción americanas, al director Martin Scorsese (Taxi Driver, El Cabo del Miedo, Casino…), a los guionistas y productores Tim Van Patten y Terence Winter (Los Soprano) y a los actores Michael Pitt (Soñadores) o Steve Buscemi (Fargo, Reservoir Dogs…) solo puedes pensar en el día que vas a poder sentarte en el sofá de tu casa, encender la tele y disfrutar de la maravilla que seguro han creado. ‘Boardwalk Empire‘ logró unir a este elenco de estrellas de la pequeña y de la gran pantalla y, por lo tanto, aglutinar unas expectativas a la altura de los nombre mencionados.

Si además leemos por encima el guión, las manos empiezan a frotarse automáticamente y ni la Sinde es capaz de parar la descarga de excitación. La serie se emplaza en la Atlantic City de los ‘Locos Años 20’, en los tiempos de la Ley Seca y cuenta la historia de Enoch ‘Nucky’ Thompson (Buscemi), tesorero y ‘propietario’ de la ciudad, y del ambiente de corrupción y doble moral que se cuece en un entorno donde la Mafia campa a sus anchas y se confunde entre la cúspide política y policial. El ahijado de Nucky es Jimmy Darmody (Pitt), que al volver de la Primera Guerra Mundial no consigue escapar de su nueva condición: frío asesino. La trama toma como punto de partido el libro de Nelson Johnson, ‘Boardwalk Empire: The Birth, High Times, and Corruption of Atlantic City’ y en ella van apareciendo personajes del Hampa tan reconocibles como un ‘principiante’ Al Capone o ‘Padrinos’ como Lucky Luciano o Arnold Rothstein.

Un dato más permite a la imaginación volar hasta insuperables límites de la excitación previa al visionado. Boardwalk Empire batió el récord con un presupuesto de 20 millones de dólares para el primer capítulo (65 millones totales en los doce capítulos), firmado por el propio Scorsese, y, poco después de su debut en Estados Unidos (en el pasado mes de septimbre, en España los derechos los ha comprado Antena 3), la HBO firmó una segunda temporada. La grandiosidad de la serie queda patentada en el hecho de que se creara un estudio completo para su filmación, incluyendo un paseo marítimo ficticio, o por los efectos digitales que recrean los fondos de la Atlantic City de la época o todos los pequeños o grandes detalles (vestuario, los coches, las casas, los interiores…) que no faltan para dar veracidad de pasado a la mirada del presente. Por no comentar, otro detalle freak, como la presencia del actor afroamericano Michael K. Williams, el imborrable ‘Omar’ de ‘The Wire’. Todo tan goloso…

Pues con todos estos ingredientes de grandeza y con los Globos acumulados en su última edición (mejor serie dramática, mejor actor y mejor actriz de reparto), a mí Boardwalk Empire me ha dejado algo frío. No digo que me haya decepcionado, pero sí que me ha dejado con el freno echado. Quizá porque es una obra incompleta, porque me faltaron capítulos, quizá porque aglutina demasiadas tramas, quizá porque hay personajes que no termino de identificar u otros me piden un mayor desarrollo o más protagonismo, quizá porque a mi mente venían imágenes de películas de la misma temática como El Padrino o Scarface que baten cualquier comparación, quizá porque las expectativas eran tantas que esperaba que me dejaran sin aliento, no sé muy bien por qué, pero no me terminó de cautivar. Esperaremos a la segunda temporada a ver si Scorsese y su troupé me terminan de convencer de lo contrario. Eso sí, me apetece seguir viéndola.

Como suelo acostumbrar, se merecen un aparte las bellas señoritas que salen en la serie. La belleza, muy natural, sin grandes curvas, de actrices, por citar dos del exquisito casting, como la seductora mamá Gretchen Mol o la tigresa amante de ‘Nucky’, Paz de la Huerta queda recreada en escenas de sexo muy explícito y donde poco se deja a la imaginación. La modelo Paz de la Huerta (ver la foto de abajo), en un papel secundario pero caliente como pocos, es muy poco conocida en nuestro país pese a que su padre es español y vive en Extremadura. Su hija, nacida en Nueva York, es modelo y actriz y famosa por ser exnovia de Jack Nicholson o Orlando Bloom y por protagonizar, en los últimos Globos, una etílica escena en la cena con ‘desnudo’ incluído. Está que quita el hipo.

Dos formas diferentes de hacer ciudad

•20 enero 2011 • 1 comentario

Ser de una ciudad y vivir en otra, ser un inmigrante en tu propio país, te da una doble visión de todo. Siempre comparas lo que fue con lo que es. Más si, como mi caso, ambos espacios tienen demasiados lugares comunes. Yo soy de Zaragoza y vivo en Málaga. Son dos urbes con bastantes coincidencias: un tamaño similar (600.000 habitantes), con ansias de crecer, algo acomplejadas por no terminar de ser una gran metrópoli, con un toque provinciano… A esta lista de contrapone una serie de diferencias notables: tan obvios como que una es una ciudad costera y la otra netamente interior, hasta la tópica polaridad Norte/Sur, o económcias como el entramado industrial frente al ladrillo y el turismo, los días de Sol y buen tiempo…

Hace unos meses, a colación del gasto municipal y el déficit de los Ayuntamientos, el Gobierno de Zapatero aireó la clasificación de ciudades más endeudadas del Estado. Zaragoza y Málaga entraban en el podio sólo superadas por Madrid en términos de gasto. Al conocer este dato me entró la curiosidad de saber en qué leches se habían gastado los gobernantes malacitanos el dinero. En Zaragoza, en los últimos años y con el impulso de la Expo, la transformación es visible, así como el gasto: se ha convertido en una ciudad más habitable, con nuevas infraestructuras, nuevos espacios para el bienestar ciudadano, se ha construido un modelo de ciudad más moderno y dirigido al goce de los zaragozanos. En Málaga no encuentro estas señas y sigo sin entender en qué se han gastado la pasta. Me sigue pareciendo una ciudad gris, sin un horizonte próspero y con falta de impulso hacia el futuro.

Pongo como ejemplo el desarrollo del carril bici. Puede parecer algo tonto, pero me parece significativo para encuadrar ambas realidades. En Zaragoza se veía como un estorbo esta cuestión y los políticos municipales accedieron a desenrollar kilómetros de vías para las dos ruedas en zonas poco transitadas como cinturones viales o barrios periféricos. Pero la Expo lo cambio todo. La necesidad de dar una imagen de ciudad sostenible y moderna llevó a alargar los tramos de carril bici y a organizar un sistema de alquiles de bicicletas, como ya existía en Barcelona o Sevilla. El éxito fue tremendo y ahora es habitual ver a ciclistas yendo de un lugar a otro, utilizando este medio de locomoción para ir a trabajar, para trasladarse de un lugar a otro y no como un medio lúdico. Fue una de las mejores herencias de la decepcionante Expo. Ahora los carriles le comen terreno a los coches con el apoyo de la población que ve el beneficio a esta iniciativa. Crece el civismo y bajan los coches por el centro. El cambio parece para bien.

En Málaga el alcalde se ha empecinado en seguir esta línea. Tiene su lógica. Málaga es una ciudad totalmente llana y que cuenta con un clima propicio para ir en bici, para nada comparable con los días de cierzo que sufren los zaragozanos. Sin embargo, el carril bici, que está excluído del centro de la ciudad y está sin completar, con muchos tramos en el aire, es visto por la mayoría de los malagueños como un elemento hostil, una cosa inútil que ha reducido el espacio para aparcar. Es el enemigo. Argumentan que pocos usuarios lo utilizan. Es verdad. Falta promoción. No les falta razón por la mala estructura del trazado y porque en Málaga se sigue viendo la bicicleta como una forma de pasar las horas de fin de semana con los niños y no como un método para ir al trabajo. Y para eso ya hay kilómetros de paseo marítimo. Eso provoca una falta de civismo alarmante para lo que sí utilizamos este servicio. Coches aparcados en el carril, señores y señoras andando sobre él y mosqueándose si pasas cerca de ellas, basura tirada en el recorrido que debes esquivar para no caerte y contínuos comentarios amenazantes hacen que el ciclista se sienta poco querido. La bici es algo malo.

La diferencia es manifiesta. Sé que es un ligero detalle y que el análisis puede caer en la comparación de grandes números, pero también creo que es una forma de transmitir la idea de ciudad que los diferentes gobiernos quieren desarrollar. No digo que el modelo de Zaragoza, que necesito de una Expo especulatoria para avanzar todos los años de retraso que se llevaban por culpa de los propios políticos, sea el mejor, pero sí que se avanza hacia una ciudad para los ciudadanos y no hacia un rumbo indeterminado y en el que, parece, que más valen las estadísticas de cara a las elecciones (fulanico hizo XX kilómetros de carril bici) que el verdadero disfrute de sus habitantes.

La mecha tunecina

•15 enero 2011 • 1 comentario

Essaouira es un lugar ideal para perderse. A dos horas y media en coche de Marrakech, suele ser una excursión de un día programada por las agencias que realizan circuitos por Marruecos. Meca del surf, antiguo enclave portugués, su muralla, sus bastiones y su laberíntica medina han sido escenario de películas. Su puerto pesquero, con barcazas de azul intenso, recibe toneladas de pescado fresco que los visitantes pueden disfrutar en los tenderetes al aire libre de la plaza principal. La fuerza del turismo ha descubierto un enclave que ha perdido parte de su exotismo hippie ocupado por puestos de venta de souvenirs.

En uno de ellos, hace unos días, regateábamos para adquirir el último recuerdo para la familia. El vendedor insistía en no rebajar el precio y nosotros nos escudábamos en la crisis mundial para rascar algún dirham. En el fragor de la batalla comercial alcanzamos un acuerdo entre risas que invitaron a alargar la conversación en una mezcla entre español, inglés y francés. El diálogo derivó de la crisis al paro, de las profesiones de cada uno a los medios de comunicación y de la actualidad política entre la relación de España y Marruecos. Caminando de puntillas por la línea de lo políticamente correcto, evitando el careo, el tono del tendero se endurece y habla de ‘una cosa que pasó en el desierto’ (el campamento de saharauis en El Aioun) y las mentiras de la ‘prensa española’. Mordiéndome la lengua, cambiamos de tercio cuando nuestro interlocutor sentencia con la siguiente frase: ‘Lo que tenéis que hacer en Europa es leer menos periódicos’.

Hoy leo en el periódico que las protestas populares en Túnez han terminado con el derrocamiento tras casi 30 años de indiferencia internacional de la dictadura ‘electoral’ de Ben Ali. La rebelión comenzó como respuesta a la pobreza y las condiciones de vida y los altos índices de paro entre los jóvenes tunecinos y como respuesta al suicidio de un joven al que le habían confiscado su tenderete de frutas. El mártir tendría 26 años cuando decidió inmolarse en mitad de una calle, más o menos la misma edad que el ‘vendedor’ de Essaouira.

No sé cómo habrá tratado la dócil prensa marroquí el conflicto de su vecino magrebí. Sé como los medios españoles la han tratado, aplaudiendo el derrocamiento y alarmando sobre las consecuencias que puede tener: peligro de islamización del próximo gobierno y la propagación de los tiempos de cambios a países del entorno como Argelia o Egipto. Marruecos no es citado, pese a que la dinastía alauita, como confirman los informes desvelados por Wikileaks, mantiene un férreo control sobre el mando político, religioso y militar de un país que capea la crisis económica por la creciente inversión de multinacionales que aprovechan los bajos salarios y la falta de derechos de sus trabajadores. La progresiva importancia del turismo y la explotación de las materias primas, tanto agrícolas como pesqueras o mineras (los fosfatos de los territorios ocupados del Sáhara), impulsan la economía marroquí pero eso no provoca una redistribución más justa de la riqueza en un sistema azotado por la corrupción de la corte de Mohamed VI.

Por la manía que tenemos en Europa por leer periódico, por agarrarnos a una libertad de prensa que agoniza en todo el mundo por los intereses económicos y está raptada en Marruecos (lean los informes de Reporteros Sin Fronteras), donde ser periodista e independiente, que debería ser lo mismo, tiene riesgo de cárcel, por esa manía de informarnos, nos podemos enterar de esas ‘cosas que pasan en el desierto’. ¿O no tan lejos? La mecha tunecina estalló cuando el país registraba un 14% de paro (oficiosamente). En Marruecos, las últimas cifras hablan de un 9% de desempleados, aunque varios organismos hablan de límites superiores. En España el pocentaje previsto para el 2011 se eleva al 21%. ¿Es suficiente para que alguien salga a la calle o es necesario que alguien se inmole?

Balada triste del cine español

•22 diciembre 2010 • 2 comentarios

Llevo un par de años escuchando que al cine español lo soportan los nombres propios, directores que con su tirón palian la escasa afluencia a las salas que tienen los títulos nacionales. El año 2009 fue bueno porque estrenaron Almodóvar y Amenábar, las dos ‘marcas’ más populares del producto denominado como ‘cine español’, un producto que vende poco y con fama pésima.

En este año que ahora termina hemos tenido que esperar a los meses de otoño e invierno para ver por las salas dos películas con firmas con pedigrí. Hablo de Amador de Fernando León de Aranoa y Balada Triste de Trompeta de Alex de la Iglesia (no añado a Julio Medem y su Habitación en Roma porque ya hablé de ella). No creo que las cifras de entradas vendidas en plena crisis estallen gracias a estos dos títulos, pese a la buena y copiosa promoción que han tenido. Ambos largometrajes no conquistan (tampoco lo hizo Los abrazos rotos), pero serán de lo más visto junto a títulos más comerciales y soportados por actores, muchos jóvenes orientados a un público adolescente y palomitero, del ámbito televisivo.

Tanto Amador como Balada triste de trompeta son films facilmente distinguibles por su firma, son obras reconocibles de sus directores, una en el ámbito social, con ese humor humano, y la más reciente alcanza el delirio del cine fantasioso y la comedia más bruta y con tintes gore. Ambas son expresiones que mantienen una línea de trabajo de sus creadores, pero que no despuntan con respecto al resto de su trayectoria. Se quedan en una versión sin alma de títulos anteriores, como el caso de Amador, en la que encuentras las huellas identificativas del cine de León de Aranoa, pero sin la brillantez del guión de Familia o la contundencia de Los Lunes al sol o Barrio. A Alex de la Iglesia le ocurre parecido, pero diferente. Ha plasmado todas sus paranoias personales en una película que alcanza el extremo en su expresividad, con un guión delirante y con guiños históricos, que no consiguen acercar a la realidad a una historia difícil de digerir si no eres fanático del estilo del director. O eres o tienes una mente tan retorcida como la de Tarantino, claro.

En medio de la controversia por el traspié de la Ley Sinde y con los ecos de una posible destitución de la ministra del cine, el año se cierra sin grandes esperanzas de que el rumbo del cine español cambie de cara. Habrá que esperar a la siguiente de Amenábar y Almodóvar.

El secreto

•4 diciembre 2010 • 2 comentarios

‘Era raro, ese vecino era raro’. Los vecinos nos informaron de que apenas hablaban, guardaba un escrito silencio en los encuentros comunales. No hacía más de unos meses que habitaba ese piso. Calle céntica. El casero recibía el cheque puntualmente. No se hizo más preguntas. La señora de la limpieza no notó nada diferente. Dos visitas a la semana para fregar los platos, hacer una lavadora y quitar el polvo. ‘¿Encontraste mapas?’. Cabeceó afirmativamente a nuestra pregunta. Seguimos su pasos para encontar evidencias. Nunca alteraba su ruta. Nuestras sospechas fueron adquiriendo cuerpo real hasta que decidimos entrar en su piso. Su secreto sería desvelado. Unos rollos de mapas aéreos en el armario, datos de las rutas en el ordenador, un título de piloto y un simulador profesional de vuelo. Cuando volviera a casa le detendríamos. Lo habíamos descubierto. El controlador no se saldría con la suya.

El diputado

•14 noviembre 2010 • 1 comentario

Pedí ir solo. Ya no había motivo para escoltas. La seguridad del partido, como todos, tendría que entregar las armas después de la firma. Era lo acordado semanas atrás. La paz sería nuestra última victoria tras años de lucha. El camino había sido largo, el tiempo que costó convencer a los más reacios a abandonar las trincheras para entrar en la vida democrática. Los golpes policiales nos habían debilitado, pero el ahogo político era más duro que la tortura o el exilio. En las cárceles los presos pedían una solución para salir a la calle lo antes posible. Meses después hasta el más radical me confesó que tenía razón, que era la única salida.

El ministro había organizado un acto simbólico, pero el trato estaba cerrado tras miles de conversaciones clandestinas, aireadas a los medios afines a cuentagotas cuando era necesaria una cortina de humo para ocultar la nueva cifra del paro. Al gobierno le venía fenomenal un pacto para colgarse una medalla con la que le estaba cayendo en los sondeos ante las inminentes elecciones. Nosotros saldríamos de la madriguera y retornaríamos a las urnas. Al aparcar frente al ministerio, respiré profundamente, miré mi antiguo coche y saqué de la cartera la foto que representaba todo aquello por lo que había merecido la pena tanta lucha, mi sueño, el Cadillac que me compraría con el primer sueldo de diputado.